Muchos talentos tiene la juventud, el primero de ellos el de congregar público. Smokin’ Rings se llevó la palma en esto de los conciertos navideños del Castillo, aglutinando seguidores de todas las edades, desde adolescentes y postadolescentes hasta padres henchidos de orgullo.
Ya en el plano artístico, la mayor pega hay que ponérsela al sonido proporcionado, que no cumplió con las expectativas y, en ocasiones, hacía crepitar el micro. Los chavales superaron con creces los nervios escénicos (era su primer directo) y llenó los pabellones auditivos del público presente de esperanza. Esperanza porque es un sonido fresco, que no se asusta en fusionar entre estilos muy dispares y al que le gusta tanto las notas melódicas como la fuerza. Esperanza porque se pudo observar que hay vida más allá del Reggaeton, La Voz y triunfitos varios entre la juventud. Esperanza porque había muchos entre el público presente capaces de apreciar un punteo. Esperanza porque, si les dejan hueco, estos chicos tienen mucho que decir. Y, como broche de oro navideño, Liqua. Como siempre, indescriptibles, buenos, complejos...