En 2006, cuando Pepe se enteró de que el equipo de gobierno iba a redactar un nuevo Plan General se frotó las manos. Su buena relación con una persona que le podría facilitar información sobre el Plan durante su elaboración, le auguraba unos buenos ingresos.
Tan pronto como supo qué terrenos pasarían de agrícolas a urbanizables y obtuvo extraoficialmente los borradores de los planos, se puso en marcha. Contactó con otro “amigo” que le facilitó el contacto con los propietarios de esos terrenos, y fue visitándolos para invitarles a vender sus terrenos a bajo precio, por ser un “buen momento” para su venta (sobre todo para él).
Una vez conseguidos los posibles vendedores, se dirigió a otro “amigo” que tenía en el banco, al que rápidamente convenció para que le facilitara los préstamos con los que tenía que pagar a los agricultores, que la mayoría eran de avanzada edad y con pocos conocimientos financieros. El banquero vio el negocio muy claro y beneficioso. No había ningún riesgo, porque tan pronto se aprobara el Plan General, el valor de los terrenos comprados se multiplicaría por cuatro. Se le concedieron los préstamos a Pepe, y con ellos pagó a los propietarios agricultores.
Un año después, se aprobó el Plan General. Pepe desbordaba de alegría. Había hecho una jugada de libro. Ahora, a esperar para recoger los beneficios como fruta madura.
Pero llegó la crisis. No se vende nada. No se construye. Nadie quiere esos terrenos que quizá se urbanizarán algún día, pero no inmediatamente. Pasan los meses y el banquero quiere cobrar los intereses de los préstamos, pero Pepe no puede pagarlos porque no tiene dinero. Consigue pagar como puede los primeros meses, pero llega un momento en que el banco, como no cobra los intereses, se queda con los terrenos.
El banco ha cambiado dinero, que podía prestar a buenos empresarios, por unos terrenos que durante muchos años ni le van a dar ningún beneficio ni va a poder disponer de ellos. La operación de especulación ha fracasado.
Pasa el tiempo. Hoy, Juan y Enrique, propietarios de empresas sólidas y prósperas ubicadas en nuestro polígono industrial, visitan al banquero porque necesitan unos préstamos para ampliar sus negocios y crear nuevos puestos de trabajo. El banquero no les puede dar los préstamos porque el dinero que tenía para ello ahora lo ha convertido en terrenos que de momento no le aportan nada. Con lo que Juan y Enrique no pueden ampliar sus negocios, ni crear nuevos puestos de trabajo. ¡Menuda jugada nos ha hecho Pepe a todos!
Es solo un cuento...
María Jesús Ruiz Vidal.
Portavoz de Compromís y concejal de Iniciativa de Santa Pola.