En unos días iniciamos la temporada estival. Ha llegado el momento de recabar datos para evaluar si nuestra presencia en las ferias de turismo ha cumplido su función. Al final del verano sabremos si la línea de actuación llevada debe tener continuidad o, por el contrario, hay que revisar y recomponer el contenido escaparatista que mostramos al mundo. Creo que este verano va a ser generoso pero, si no cambiamos el chip, crearemos un perímetro de limitaciones en el ocio. Los jóvenes se ven condicionados por las decisiones administrativas a la hora de definir y diseñar actividades de ocio. Santa Pola es una ciudad turística, a pesar del acoso recibido por sectores vecinales que han impuesto su criterio en detrimento de la diversión de los jóvenes. Exceptuando el centro, el resto de la ciudad perece de agonía. Y yo creo que esto no debemos seguir permitiéndolo. En mi juventud había diversión hasta altas horas de la madrugada, en locales donde dos pisos más arriba dormían marineros que se levantaban de madrugada. Nadie se quejaba. Hemos obligado a los locales a invertir cantidades millonarias en habilitar aislamientos acústicos para después restringir sus recursos hasta obligarles a cerrar. Sin embargo, hemos permitido que se construyeran edificaciones de papel de fumar. Santa Pola merece un salto cualitativo en turismo de diversión, sin guetos y fomentando el respeto entre generaciones. Los que hemos sido jóvenes debemos comprenderlo. No debemos, ni podemos permitir que se nos diga cómo tenemos que peinarnos. Creemos nuestro futuro pensando en la juventud. Ellos no han fracasado, hemos sido nosotros al no educarlos en el respeto.

Paco Soler