Con el extraordinario incremento de población que sufre Santa Pola durante los meses de verano, aumenta de manera exponencial el número de accidentes en nuestras calles. Muchos turistas creen, a mi juicio, de manera equivocada, que Santa Pola sigue siendo aquel pueblecito en que los niños podían corretear sin peligro. Después, están aquellos que, irresponsablemente, se creen que están por encima de determinados derechos y obligaciones, como por ejemplo cruzar un paso de peatones. Algunas de estas personas piensan que los peatones tienen el privilegio de cruzar a saco estos pasos, obviando cualquier regla que rige el sentido común, tales como valorar su vida en su justa medida y detenerse hasta comprobar que su seguridad está garantizada. Otros, por el mero hecho de montar una pequeña bici, se creen con derecho a invadir cualquiera de los recursos viales que ofrece una ciudad. En mi opinión, la prudencia debe imperar en toda las acciones que hagamos al conducir, acceder o cruzar cualquier calle. Todos tenemos derechos, pero también deberes, de lo contrario reinaría el caos. Vivimos demasiado deprisa, luchamos contra el tiempo cuando éste es un factor intranscendente en el que un minuto, o tal vez un segundo, determina un acontecimiento que cambia nuestras vidas. Seamos coherentes. La vida es hermosa, incluso con sus porciones de hostilidad. De poco sirve creerse el dueño de las reglas cuando lo que se pierde es la vida. La propia, la de un vecino, o la de un desconocido. Por eso quiero pedir a todos y a todas, hombres, mujeres, ancianos y adolescentes, que abracen las conductas humildes y respetuosas, por que son las que cambian la Historia.
Paco Soler