El presidente de la Generalitat Valenciana está viviendo sus días más grises desde que se hizo cargo del Gobierno Valenciano. La avaricia, la lujuria, la gula, la soberbia y la envidia, son cinco de los siete pecados capitales que se han afincado entre algunos políticos del Partido Popular en la Comunidad Valenciana y que han salpicado a cargos de responsabilidad y relevancia del ejecutivo. Obviamente la impresión que se vive en la calle es de indiferencia. Los españoles estamos acostumbrados a conocer detalles vergonzosos de nuestros políticos, de todos los colores, en todos los ámbitos y en todos los niveles. Si hoy se denuncia un caso de corrupción en Valencia, mañana se hace con otro en Andalucía y anteayer con uno de Galicia. Lo cual nos hace inmunes ante las informaciones mediatizadas y manipuladas por ambos sectores dominantes.
En esta ocasión, está claro que ha existido una trama de las que hacen bajar los ojos y que alguna víctima política debe cobrarse. Las cabezas ruedan cuan las ruedas dejan de rodar y sólo se detiene el acoso cuando la sangre sacia las oportunidades. Sin duda Camps está en la cuerda floja aunque, a mi juicio, no corre ningún peligro. Es un personaje sólido que hoy por hoy no tiene adversarios políticos. Todos sabemos que han existido, existen y existirán influencias partidistas. Basta mirar hacia atrás para comprobarlo. El Gobierno Central se agarra al clavo ardiendo de Valencia con el único propósito de apartar nuestra atención de su desastrosa gestión. Los responsables de la trama Gürtel deben ser castigados en su justa medida. Al igual que el resto de políticos, sean del partido que sean quienes hayan cometido atropellos similares. Pero que nadie intente desviar nuestra atención de los problemas que nos importan: la crisis, el paro y no llegar a final de mes.
