El 5 de junio conmemoramos el Día Internacional del Medio Ambiente, tan aplaudido de forma entusiasta por todas las ideologías, como poco reconocido en cuanto a cómo celebrarlo de manera más práctica que por medio de declaraciones institucionales.
Son tiempos de crisis, ya lo tenemos bien aprendido. Por eso, la sentenciosa frase de “con la que está cayendo” parece sepultar con una pesada carga de indiferencia e irresponsabilidad iniciativas y acciones verdes y ecologistas. Yo soy más de utilizar la frase “con la que nos están echando encima”, pero de una u otra manera, lo cierto es que el desastre económico pesa y el día a día se nos hace cuesta arriba a millones de personas.
Doy por hecha nuestra ínfima capacidad de cambiar el mundo, pero como me gusta recalcar a los alumnos y alumnas a los que tengo la oportunidad de impartir charlas de sensibilización medioambiental, al menos debemos ser capaces de cambiar nuestro mundo, nuestro entorno inmediato. Y hay pequeños senderos para ello.
Hay municipios en los cuales se ofrece a personas desempleadas la cesión provisional de pequeñas parcelas de titularidad municipal para su cultivo e incluso explotación comercial. No arreglaremos el mundo con este tipo de acciones, pero quizás se podría llegar a encender esperanzas y ganas de luchar en personas que se encuentran abatidas por la falta de salidas. No veo por qué Santa Pola no puede ser uno de los municipios que se sumen a este tipo de iniciativas.
En ocasiones se hacen, y abandonan en el acto, reforestaciones, a las que algunos llaman “revegetaciones”, para quitarle importancia a la necesidad de proteger nuestra sierra, porque se está más preocupado por la recuperación de la cultura del ladrillo que por la del árbol. ¿Por qué no fomentamos grupos ciudadanos de voluntariado para vigilar esas plantaciones y ponemos los medios para evitar que se sequen o arrasen por falta de cuidado? Se puede usar agua depurada y solo hace falta un camión cuba.
Otros municipios o grandes ciudades incorporan en sus planes y proyectos escolares lo que viene a designarse habitualmente como “Rutas Seguras”. Son trayectos alternativos que, debidamente señalizados y protegidos, ofrecen la posibilidad de que nuestras hijas e hijos puedan ir andando al cole y limitemos el uso del vehículo.
Tampoco entiendo que apuntarnos a esta opción signifique problema o desembolso alguno.
En definitiva, tanto “con la que está cayendo” como “con la que nos están echando encima”, las posibilidades de ser más responsables con el medio ambiente no tienen por qué ser costosas ni de complicada planificación. Vamos a ver si conseguimos, además de aplaudir un día al año el medio ambiente, poner en práctica medidas concretas que nos ayuden a protegerlo en el pequeño mundo que es Santa Pola.