Al lado del polideportivo de Xiprerets y a pocos metros del parque natural de las Salinas, hay una explanada artificial que oculta los escombros que se ha permitido que se viertan durante muchos años, a pesar de nuestras denuncias, y que se han aplanado después con maquinaria pesada. Allí, el actual equipo de gobierno, escondiendo los escombros aplanados con toneladas de cemento, ha rematado el trabajo construyendo lo que han rotulado en inglés con grandes letras como “skatepark”.
Esta pista de patinaje la utilizan día y noche adolescentes y gente joven, muchos de los cuales no cumplen con las normas mínimas de seguridad. El Ayuntamiento se lava las manos con carteles de iconos indicativos del peligro al que los usuarios se pueden arriesgar en caso de uso no protegido de las instalaciones. La falta de vigilancia y la iluminación de miles de vatios más brillante del pueblo ha facilitado la práctica de acciones vandálicas destructivas.
Esta instalación se ha convertido en el buque insignia electoral del partido que gobierna. Lo han permitido los continuos retrasos en la construcción de la estación de autobuses privada, que impedirán que esté terminada y convenientemente inaugurada antes de las elecciones municipales; la paralización del cableski, también pegadito a las Salinas, que debería estar funcionando desde el pasado julio y que esperamos que con la llegada del buen tiempo tenga algún movimiento; o la fracasada piscina cubierta, que será también de gestión privada, pero que de momento aún está inmersa en procedimientos legales para su nueva licitación.
Esa misma iniciativa privada es aquella en cuyas manos el PP y su neoliberalismo a ultranza abandonaron la residencia Sanyres, hasta convertirla en lo que es ahora: un gran edificio céntrico vacío, hoy presa, a falta de vigilancia suficiente, de gente sin escrúpulos que entra, roba, pinta y destroza todo lo que quiere y puede.
Podemos unir a estas “maravillas” los “avances” realizados por todas partes en la sierra, como los miradores inacabados y encementados en el Faro y los restos de la guerra civil pintados de colores, que cantan en el entorno natural y ponen en duda sus orígenes militares. Completan la triste herencia el abandono de los restos arqueológicos, o simplemente de los antropológicos, testigos de la Santa Pola de las edades antigua, media, moderna y contemporánea; la vigencia de un plan de ordenación urbana que nació obsoleto, y del que, a pesar de todos los esfuerzos de la concejala de urbanismo, no se ha ejecutado ni un centímetro cuadrado; el desbordamiento de los servicios sociales; una cantidad de personas como nunca se ha visto con ínfimos contratos de “colaboración social”; impuestos y endeudamiento superiores a cuando entraron; arcas vacías; despilfarro de dinero en “asesores” y “asesoras” que no asesoran de nada y que se pasan el puesto por herencia; un parque, el de Sorolla, sin terminar; una gran cantidad de servicios municipales privatizados, o desidia en la homologación legal de los tan necesarios ecoparques.
¿Qué nos espera si continúa este gobierno municipal? Más de lo mismo. Es necesario que no olvidemos que una vez se nos ocultó un gran sobrecoste, el del parking del Castillo, engaño por el que pedimos la dimisión del alcalde. Tras estas elecciones también podemos encontrarnos con alguna sorpresa. El que lo hace una vez y no le pasa nada puede intentar hacerlo muchas veces más.
Un estado de tierra quemada, de sálvese quien pueda, que el nuevo equipo de gobierno deberá asumir y resolver con el diálogo y la colaboración.
