Pedro Pérez Jeréz -Vilero-
 

CARTA ABIERTA CON RIMA, DEDICADA A LOS BAHIEROS DE SANTA POLA

 
Viernes 21 de septiembre de 2018 0 comentarios
 

Santapoleros: pescadores de la bahía con distintas categorías y edades. Para el puente, los motores, la cocina, la nevera, cada cual con sus cualidades.
Son las cuatro de la madrugada: ¡Maldita sea! suenan los despertadores. Con cara soñolienta y entre bostezos, se levantan los pescadores.
Envueltos por el silencio y el largo manto de la noche cerrada. Hay suspiros por el hogar y la calidez de la suave almohada.
Por las calles solitarias, la susurrante marcha del paso a paso. Se ha llegado al muelle y en la mano, la bolsa con la fruta y el tabaco.
Habrá maestral, poniente o levante: por favor que reine la calma. Se quiere, se desea, sufridores experimentados en cuerpo y alma.
Dichosa la mar con su grandeza. Igual provoca adicción que maldiciones. ojos que se humedecen, pulsaciones que se activan en humildes corazones.
Las amarras se han soltado. Los pesqueros al salir se van dispersando. Patrones al pie del timón: en cual caladero calar van pensando.
Los artes se arrastran por distintas profundidades y distinto lugar. Unos cerca de la costa (mar adentro en el canto) y también por media mar.
Sea a causa de la pesca o por algunos gajes del oficio que se interfieren con un bocata mal comido en todo el día, en cubierta se mantienen.
Las capturas en subasta. Bestina, marisco, pescado fino y de escama. Una buena ducha, cena sin balanceo, un poco de tele y pronto a la cama.
Los arrieros son referencia del fruto de la pesca conseguida. ¿Hoy el precio está a la baja? Por dios, mañana que esté de subida.
Pasan los días, pasan las noches. Ha llegado el ansioso fin de semana. Las ganancias son inciertas. Sea el sobre generoso y tomado de buena gana.
Son las fiestas patronales: de la Virgen del Carmen o de la Virgen de Loreto. Días de descanso merecido. Diversión en buena causa sin barreras y sin veto.
El muelle con su movida: rasqueta, pintura varios y cambio de artes. Son trabajos rutinarios. De estos tiempos y también de los de antes.
Se empieza con edad temprana. Agilidad, como la flecha que sale del arco. Pasan los meses, pasan los años. Cada vez cuesta más subir al barco.
¿Otra vez el despertador? Y a la misma hora de la madrugada. El recelo va disminuyendo y la impetuosidad más moderada.
Se ha cumplido con la dilatada vida laboral y con la severa edad establecida. Ha llegado la jubilación: queda el muelle, su ambiente y recuerdos de por vida.
“Es la huella del pasado”. Sacrificio y penalidad. les ha marcado la ruleta. “Es la huella del presente”. Experiencia y valores tomando el sol en la glorieta.
Desgastados por el duro tiempo pero intacta la devoción lúcida y clara, a esa inmaculada y bella imagen que los protege y los ampara.
Y por las inclemencias del pasado y también las que se armen, es la gran patrona, viva la reina y señora. ¡Viva la Virgen del Carmen!

 

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