Ramón Pomares Piñol
 

VA DE CURAS

 
Jueves 17 de abril de 2014 0 comentarios
 

Procuro, cuando escribo o hablo, hacer que se me entienda pues estamos en momentos en los que no se puede jugar o hacer como Antonio Ozores: que se tira una hora hablando y dices… ¿qué ha dicho? Es su oficio el de cómico y me ha gustado, me he divertido en sus películas.
Quiero ser, como dijo Obama del Papa: “un hombre que habla claro y sin rodeos”. Pongo un ejemplo: ¿quién ha entendido lo que vamos a pagar de luz? Vamos al tema: los curas.
Como en botica, hay de toda clase. Se escucha mucho el decir “yo creo en Dios, pero en la Iglesia y los curas…”. Se tiene razón y no se tiene, pues no se puede generalizar. Hay curas que hacen daño con su forma de vivir, de tratar, parecer que son los señores, peseteros, torquemadas, y ahí está la historia. Estamos en el siglo XXI. Son eso: vividores.
Pero hay curas, hoy y siempre, que son eso, curas de verdad. Yo tuve la suerte, cuando era joven (ahora tengo 75 años), de encontrar un cura que era pobre, servicial criado. No había que pedir su audiencia. Un enfermo era visitado por él y hacía lo que podía, hasta se quedaba sin comer, si veía un necesitado. Nunca cobraba y, cuando predicaba, lo hacía de tal forma que se entendía. Cuando estaba en el confesionario era un padre, no un juez, y cuando decía misa, la vivía, y tu veías en él algo especial. Buscaba las ovejas perdidas, como Cristo.
Tanto a mí como a muchos jóvenes nos animó a ser sacerdotes. Algo que yo, como unos 150.000, no podemos ejercer, porque nos hemos casado. Y pregunto: ¿es que un cura no se puede casar? Cristo escogió a Pedro, y estaba casado. Ciertos escándalos se evitarían, habría seminarios abiertos, algo que hoy brilla por su ausencia. No digo nada nuevo.
Eso es ser cura, y eso es lo que el Papa nos está diciendo, que hay que cambiar y ser como Cristo. No se debería haber apartado a todos aquellos por su modo de vivir, pues todos buscamos la felicidad aquí y en el otro mundo. La felicidad no está en el dinero, que hace falta, ni en la droga, ni en resolver los problemas quemando contenedores.
Pero debemos tener en cuenta que un cura no es un ángel, es un hombre. Vemos como el Papa, hace unos días, dejando a sus acompañantes, se puso de rodillas para confesarse. Y como trata a los alejados de la Iglesia.
Ahora bien, cuando hay que pagar la luz, por ejemplo, no viene un ángel y te trae el importe. Qué quiero decir, pues que hay que colaborar, sin poner precios, como en Mercadona.
Eso es lo que pienso para bien de la Iglesia, que estos días hará llorar a algunos, cuando vemos su Macarena, a su Cristo pasear en procesión por las calles. Un cura es Don, pero sin “din”, sin orgullo, sin creerse dueño. Sólo somos criados servidores.

 

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