Queríamos dejar pasar un par de días para regularizar el estado emocional y hablar sobre la boda. Pero ya pasaron varios más y continuamos en estado de shock, sin perspectivas de que esto cambie. Pensamos: “Qué bonito hubiera sido decir unas palabras de reconocimiento”.
Pero ¿Cómo hablar cuando la sorpresa nos enmudeció?
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Empezamos a sospechar que pasaba algo raro cuando salimos del ascensor, al llegar al tercer piso.
Entramos a la biblioteca y escuchamos aplausos...¡Que eran para nosotros! Nos descolocó. -Sería la primera boda a celebrarse en una biblioteca española-. ¡Comenzamos a recorrer un camino cálido y amoroso que no nos permitía reaccionar!
Los amigos que nos trasladarían nos invitaron a tomar un desayuno, previo a la ceremonia, frente al Juzgado de Paz. Y nos engañaron.
¡Gracias, muchas gracias por el engaño! En el transcurso del acto, sólo unas pocas veces pudimos decir gracias. Otra cosa no podíamos emitir. Fueron muchos los amigos involucrados en la organización y desarrollo del acto: La jueza que accedió a dejar su oficina y trasladarse a la biblioteca. El personal de la biblioteca, con Marián, la directora, que debió solicitar la autorización para cerrarla al público esa mañana. Las amigas y amigos que dedicaron su tiempo para preparar el lugar, la noche anterior. El amigo que concurrió con su infaltable guitarra. Nuestra hija, punto de unión entre los distintos grupos y, nuestros nietos -testigos- ajustando el tiempo a su horario de trabajo. Toda, toda esa “pandilla” -más de 30- que solventaron gastos
y que de una manera u otra pusieron su granito de afecto para alcanzar el objetivo. El objetivo era sorprendernos y pasar un buen momento. Lo lograron, con un agregado de prestigio, “el acto se realizó en una biblioteca”. Como valor añadido en la biblioteca de Santa Pola a la que consideramos “nuestra biblioteca” - a la que nos asociamos al segundo día de llegar a España, hace 17 años-. ¡Será un recuerdo imborrable! ¡GRACIAS, MUCHAS GRACIAS A TODOS!
Mª Julia y Raúl