Tome doce meses bien maduros, y tenga mucho cuidado de que estén completamente limpios y libres de todo recuerdo amargo y triste; deben estar también libre de rencores, de deseos de venganza, así como exentos de envidias y celos. Quite toda huella de miseria, de pensamientos negativos, y todo rastro de pasado no superado.
Recuerde, pues, que los doce meses deben ser frescos y estar limpios como si fueran los doce primeros meses de la historia universal. A continuación divida o parta cada uno de los doce meses en treinta días. Recuerde también que debe preparar solamente un día cada vez. Y para que este día sea el mejor día de nuestra vida observe detalladamente las siguientes indicaciones:
Para cada día tome una porción de oración y unas cuantas dosis de trabajo. Añádales un puñado de firmeza y unas cucharadas de serenidad.
Asímismo deberá añadirles una porción de reflexión y de fe, valor y humildad. A todo esto deberá agregarle una cucharada sopera de entusiasmo, un poco de prudencia y una buena dosis de sincera afectividad.
A continuación añádale un buen chorro de amor, y revuélvalo todo hasta que todo quede bien mezclado.
Después sírvalo en un plato bonito, adornado con una ramita de atención y póngalo en la mesa con la mayor afectividad.
Y ¡buen provecho!