Miguel Atencia Pérez
 

HACER CALCETA

 
Viernes 28 de noviembre de 2014 0 comentarios
 

Siempre que paseo por la Glorieta o por algún otro lugar me resulta curioso ver a la gente de todas las edades en grupos, igual jubilados que adolescentes con las manos en uno de esos artilugios que ahora se han puesto de moda llamados smartphones.

Me fijo en ellos y están unos sentados y otros de pie, pero cada cual mirando la pantalla de su propio teléfono y dale que te pego a las teclas.

Y entonces me pregunto, ¿y para qué quedáis?, podríais estar cada uno en vuestra propia casa, ya que la comunicación virtual parece más importante para vosotros que la real.

Me da la impresión de que eso de charlar mirándose a los ojos ha pasado a la historia. Cada vez más, todos andamos pegados a los teléfonos enviando mensajitos y wassap. No quiero decir que los últimos adelantos tecnológicos en el mundo de las comunicaciones no sean útiles e interesantes, pero si me cuestiono el grado de deshumanización y aislamiento que provocan cuando se convierten en una adicción. A mí me parece que cuando uno está acompañado de otras personas, estar pendiente de un teléfono es una falta de respeto a los que están delante, una manera de decirles “me importas un pimiento”. Eso de llegar a un sitio y sacar inmediatamente el teléfono para ver si hay wi-fi, me da la impresión de que no es de valorar en absoluto la compañía de aquellos con quienes estás físicamente.

Por eso me ha parecido tan buena la idea de algo que he leído días atrás en la prensa: “Un grupo de jóvenes en EE.UU. han iniciado un movimiento de ‘arts and cradis’ (manualidades daríamos en castellano), donde chicos y chicas organizan quedadas para hacer punto y otras labores creativas, mientras comparten ideas y se cuentan su vida en vivo y en directo.

Se trata de una iniciativa que vuelve los ojos al pasado para recuperar aquella costumbre de nuestras abuelas de juntarse a coser en un corrillo, a lo que ellas llamaban ‘hacer calceta’ mientras charlaban, se contaban sus problemas y, a veces, rezaban juntas el rosario.

Quizá alguna vez puedan plantearse quedar para hacer calceta y puede que hablen más entre ellos. Y quien dice hacer calceta dice comer pipas: la cosa es que se tengan las manos ocupadas en algo que no sea apretar teclas compulsivamente para empezar a comunicarse de verdad con los ojos, con la palabra y con el corazón.

 

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