MÁS DE 1.100 KILÓMETROS SIN DETENERSE
 

Rodrigo García Antón, un Quijote local a lomos de su bicicleta, a por el Reto Non Stop

 
Viernes 19 de junio de 2015 0 comentarios
 

Rodrigo García Antón se enfrenta, en solitario, a un gran reto tanto deportivo como personal: recorrer 1.116 kilómetros en bicicleta “de una sentada”. Es decir, ultrafondo sin dormir, deteniéndose para hidratarse, comer, realizar sus necesidades y vuelta a la bici. Desde Santiago de Compostela hasta Santa Pola. Lo que viene conociéndose como el Camino del Sureste, pero a lomos de dos ruedas.
El Reto Non Stop arrancará el 25 de junio en tierras gallegas, teniendo su llegada prevista el día 27, por la tarde, coincidiendo con la 10K Villa de Santa Pola. Lo que puede parecer una salvajada para muchos, el entrenamiento que lleva realizado desde hace dos años le permite decir frases como: “por menos de 400 kilómetros no me pongo a pedalear”. Todo es una cuestión de constancia y fuerza de voluntad, “no es una fanfarronada”.

Evolución
En contra de lo que se puede llegar a pensar, la historia de Rodrigo no está ligada a la bicicleta desde bien pequeño, más allá del típico uso lúdico de la infancia, “la primera locura de este tipo –pedaladas nocturnas- la hicimos un amigo y yo cuando teníamos 17 años. Nos fuimos a la montaña y volvimos a las cinco de la mañana. Imagínate, por aquel entonces, cómo se puso mi madre, sin móviles y viendo que era de madrugada y no llegaba”.
Aparcó las dos ruedas, tanto a nivel de hobby como deportivo, durante diez años, “tiempo que estuve perdiendo en un gimnasio. Pesaba 93 kilos (mide 1,75 aproximadamente) y me sentía pesado, torpe. No como ahora. Además, tienes toda esa obsesión por el músculo, el peso, la dieta”.
Por contrapartida, confiesa que, ahora, dieta, la justa y necesaria, únicamente carga de hidratos antes de enfrentarse a una carrera . La última le llevó hasta la castellano-manchega población de Ocaña, unos ochocientos kilómetros de vellón, “consumiendo hasta 25.000 calorías en 48 horas. Perdí siete kilos”. Por lo tanto, no cuesta mucho imaginar que Rodrigo es, físicamente hablando, enjuto, fibroso, casi quijotesco, tanto en su forma física como en su mentalidad. De fuerte personalidad, arrebatadora, incluso, que pivota entre el optimismo y, por qué no decirlo, “la locura. Mi mujer me dice que estoy loco. También mi padre. A veces yo también lo creo, especialmente durante la segunda noche sin dormir, cuando todo te viene a la cabeza y te preguntas qué estás haciendo aquí y qué necesidad tengo de sufrir tanto”.

En soledad
Cual hidalgo manchego, carga su máquina, preparada con todo para cumplir la legalidad a rajatabla (foco, reflectantes, chaleco, casco…) y se lanza a carreteras secundarias a entrenar rodeado de la más absoluta de las soledades. Están él, sus millas y sus pensamientos. No teme, en contra de lo que se podría llegar a pensar, a la noche, “pues te ven más. Los coches se apartan, los camiones también. Por el día es cuando los conductores tienen menos respecto y te la juegas”. Es más, cuenta que, cuando el sol lleva tiempo caído, la Policía Local de algunos pueblos por donde pasaba le ha llegado a escoltar.
En estos entrenamientos no sólo hay que fortalecer las piernas, también la mente: “a nivel psicológico la factura no te llega durante el primer día o la primera noche. Durante el segundo día tienes los ojos arenosos y, la segunda noche sin dormir, es cuando todo te da vueltas y empiezas a pensar por qué no me tiro al arcén para que me coman los jabalís”. Pero nunca ha abandonado, “por eso entreno solo, porque es mi vida, mi reto”.

Sangre en la boca
Abundando en el aspecto de las secuelas y efectos físicos, lo más difícil es poder mantener un ritmo de hidratación e ingestas constante, “especialmente cuando tienes la boca llena de llagas y sangrando. El viento te va secando y se lo come todo. Eso me ocurrió en el último reto, cuando me hice los ochocientos kilómetros. No podía beber, tomar suplementación, nada”.
Rodrigo conoce bien su cuerpo y se mantendrá al 75% de sus pulsaciones. Arrancará eso sí, con un importante desnivel, de hasta 1.400 metros, el puerto de Piedrafita do Cebreiro (Lugo) a los 250 kilómetros de ponerse en marcha, que le obligará a bajar un tanto el ritmo con el objetivo de no agotarse, “cuando subo, no jadeo, pues tengo que estar igual tanto en el kilómetro cien como en el ochocientos: 101 pulsaciones de media”. Muy importante es evitar el frío, “porque, a las cinco de la mañana y con trece grados, a unos 50 kilómetros por hora, pasas frío y más bajando un puerto. Las manos se congelan, pierden sensibilidad; los músculos se agarrotan. Pero voy tapado”.

En redes sociales
Su experiencia la compartirá en su canal de Youtube: https://www.facebook.com/retosnonstop, además de desde la web de la empresa alicantina donde trabaja y que le ayuda económicamente, “Bikes & City”. El aspecto monetario también influye en la cuestión deportiva, “porque para esto hacen falta fondos y yo no tengo. Lo justo para pagar la hipoteca y sobrevivir”. De hecho, cuenta como anécdota que, otro de sus sponsors, Tomatelo y Poveda Soto, acabó siéndolo tras conocer al dueño de la compañía en una cena. En cuanto a preparadores físicos o fisio-terapéutas: “amigos que te ayudan, a los que tengo que agradecérselo”. Su reto también podrán seguirlo en el Facebook del Periódico Santa Pola y en la web de Turismo Santa Pola.

El amor de una hija
Finalmente, y preguntado sobre qué es lo que más le anima en los profundos valles que tiene que atravesar, éste afirma que son las notas que le deja su hija: “me las pego a la pierna, las miro, las leo y releo y pienso en ella. No sé si lo que hago estará bien o mal, sólo quiero transmitirle valores como el esfuerzo, la constancia, nunca abandonar y nunca rendirse. Prefiero mil veces que mi hija vea a su padre haciendo deporte que estando en el bar. Creo que eso es lo positivo, que ese tiene que ser el ejemplo”.

 

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