Hoy viernes, a las 19.00 horas en el Baluarte del Duque, se presenta de forma oficial el libro ‘Los Marcenaro-Manzanaro. Estudio genealógico de un apellido tabarquino’, responsabilidad, al menos al 50 por ciento, de Pascual Orts, ex alcalde de la villa. “Esto surge”, declaraba, “como muchas otras cosas, en un momento. Yo quería descubrir un poco más de la historia de mi apellido materno, Manzanaro, y comencé a investigar en los orígenes y el devenir histórico de la isla de Tabarca.
Todo apuntaba a que procedía de los primeros habitantes de la isla, de origen italiano, los Marcenaro. Estamos hablando del 1769”.
Por otro lado, a la hora de la confección del libro, hay que hablar de la otra mitad, de la mitad docta en genealogía, y no es otra que el profesor universitario y antropólogo José Luis González. “José Luis, un enamorado de la isla, vio toda la documentación y fue el que dijo que había que publicarla, puesto que algo así merecía, y mucho, la pena. Además, continuamos investigando y cruzando datos hasta llegar a la figura de Lorenzo Marcenaro, que llega en el año anteriormente mencionado con sus tres hijos. Y, de ahí hasta ahora, son once las generaciones que nos separan”.
Según indicaba Orts, tanto el estudioso como el profano interesado pueden encontrar en este trabajo una herramienta útil, sino también pedagógica, puesto que incluye en un DVD aparte toda la documentación con la que se ha trabajado, fotografías, documentos, histograma, árbol genealógico “y un larguísimo etcétera de elementos que fueron completamente imposibles de poner sobre papel”.
De dónde vienen
Procedentes de Génova, concretamente de la población de Peri, los primeros pobladores llegaron de la mano del arrendatario de la isla, “que los lleva a Tabarca, sobre todo, para la explotación del coral”. En una de la habituales razias que realizaba por la zona los piratas berberiscos, más de 360 personas son llevadas a la fuerza y encarceladas en Túnez y Argel. “Desde España nadie quiere hacerse cargo de su rescate porque, entre otras cosas, no son españoles. Tampoco el arrendatario de la isla quiere saber nada de ellos. Finalmente, y tras el dinero puesto por las órdenes de Trinitarios y Mercenarios, la gestión de Pío V y el acuerdo con el Rey Carlos III, consiguen traerlos a Alicante”.
Pero, toda vez que llegan a costas hispanas su periplo no termina. Era tiempo de repoblaciones, de reforzar nuestras fronteras naturales, y quieren enviarlos a la Isla de las Palomas, frente a Tarifa, pues el Conde de Aranda barajaba varias opciones. Sin embargo, consideran que al futuro puesto fortificado de Tabarca le vendría bien una población que acompañase y que pudiera reforzar los distintos puntos de defensa frente a los berberiscos. “Así, se llegó a un acuerdo con Alicante para que, además de construir la fortificación, se pusieran las condiciones necesarias para el establecimiento de una población y el desarrollo de una pequeña actividad comercial”.
Últimos coletazos
Tras el rescate, la reubicación y la negociación, todo lector podría entender que las desventuras de los tabarquinos daban a su fin. “Pues todo lo más lejos de la realidad pues, pasados quince años, se despuebla la isla. Muchos vuelven, por increíble que parezca, a Argel y, los que se quedan, son los de aquí, las familias de las que proceden la mayoría de los apellidos de Tabarca. La mía, en concreto, es una de ellas, sometida a una dureza de condiciones de vida que, hasta bien entrado el siglo XX, no se mejoraron con respecto al resto de las personas que vivían, por ejemplo, en Santa Pola. De hecho, gran parte de los tabarquinos mantienen su casa en la isla pero, su vida cotidiana, la hacen en Santa Pola, población donde vive la mayoría de ellos”.
