Comenzaba otra batalla de arcabucería, esta vez para escenificar la reconquista del Castillo. Enfrentamiento entre el paladín moro, Esteban Molina y el paladín cristiano, Vicente Valero, ante los ojos de los nuevos embajadores, Antonio Baile y Julio Ambrona, que contemplaban estupefactos la contienda final. Manuel Martínez Monera (autor del texto de las embajadas) fue el encargado de pronunciar el parlamento.
Las huestes cristianas refugiadas tras las murallas de la fortaleza, reciben al embajador moro, que les propone la rendición sin batalla para vivir en paz bajo su protección, ante la negativa a rendirse sin luchar por su tierra, y una vez hecha manifiesta la ineficacia de las negociaciones, se declara la guerra entre ambos bandos. El litigio se resolvió en duelo de muerte entre los paladines para que no hubiera más muertes en vano.
Al vencedor se le reconocerá y proclamará con su gente dueño del castillo. Tal y como nos ha relatado Vicente Valero, en el guión festero el paladín moro acaba perdiendo la vida después de que el cristiano le diera un espadazo mortal en el vientre. Sin embargo este año y con el fin de introducir mayor emoción y sorpresa al acto, el paladín cristiano perdona la vida del berberisco que derrotado e indefenso yace arrodillado en el suelo, pero a traición el moro empuña su cimitarra e intenta acabar con la vida del paladín cristiano, quien sin escrúpulos y en defensa de su vida mata al moro.
Todos los allí presentes pudieron contemplar con sus propios ojos la brillantez de la pelea ante los ensordecedores disparos de los arcabuces y los cañones de los moros y cristianos y el sometimiento de la embajada cristiana hacia el bando moro. En el Castillo Fortaleza ondea la bandera cristiana hasta nuevo combate.
Una vez concluidas las batallas ambos días se realizaron las tradicionales entradas Mora y Cristiana.